Índice Testimonio de Tortura de José Luís Moreno
Borbolla
Asegura que mientras estuvo detenido vio a varios militantes, hoy
desaparecidos
Revive un ex guerrillero su
detención y tortura durante la guerra sucia
JESUS RAMIREZ
CUEVAS / II
José Luis Moreno
Borbolla, de 23 años, militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Foto tomada en junio de 1975, durante su detención en el Cuartel de
Granaderos de Tlatelolco, uno de los centros de tortura y cárcel
clandestina durante la guerra sucia. Después de 30 años, relata su
experiencia a La Jornada FOTO Tomada del expediente de la DGPT
El expediente de la
Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal (DGPTDF)
encontrado por La Jornada es una bitácora oficial de un momento de la
guerra sucia de los años 70. Ahí se registran 27 bajas de la Liga
Comunista 23 de Septiembre ocurridas entre abril y agosto de 1975 en el
Distrito Federal y Morelos.
Es el fragmento de una
historia que se quiso borrar de los archivos. Cada página del legajo recoge
parte de la memoria del horror que fue la guerra ilegal que libró el Estado
mexicano contra la guerrilla.
La información contenida en
el documento fue arrancada a los detenidos bajo tortura. Así lo prueban los
testimonios de algunos de ellos y los informes que sobre esas "confesiones"
elaboró el capitán Luis de la Barreda Moreno, entonces director de la
Dirección Federal de Seguridad (DFS), y que entregó a la Secretaría de
Gobernación, cuyo titular era Mario Moya Palencia. Esos informes, cuya copia
tiene este diario, están en el Archivo General de la Nación.
De la Barreda se encuentra
hoy prófugo de la justicia por su responsabilidad en la desaparición forzada
de decenas de personas. Indiciado, como Moya Palencia y Luis Echeverría, por
la guerra sucia, el 68 y el 10 de junio de 1971.
En su informe sobre la
guerra sucia, la Comisión Nacional de Derechos Humanos documentó que el
gobierno de Luis Echeverría creó la Brigada Blanca, la cual empleó métodos
ilegales para combatir la subversión. Ese grupo paramilitar fue integrado
por policías y militares provenientes de la DFS, la DGPTDF, la Dirección de
Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, las policías Judicial
Federal del DF y del estado de México, así como de la Policía Militar y
Judicial Federal Militar.
De la bitácora de la
represión a la vida real
Las viejas páginas azules
del expediente y las fotografías deslavadas en blanco y negro todavía
estremecen a quien las mira. La foto de José Luis Moreno Borbolla es la
única de cuerpo entero, las otras sólo dejan ver rostros y la pared de algún
separo policiaco.
Cuando José Luis Moreno
observa su imagen los recuerdos se le agolpan en la mente. Como estudiante
del Politécnico formó parte del movimiento de 1968 y de la Liga Comunista
Espartaco. Tiempo después de la matanza de Tlatelolco se incorporó al
Comando Lacandones y de ahí pasó a la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Moreno Borbolla fue detenido
por la DFS el 19 de mayo de 1975 frente al parque de la Bombilla, en San
Angel. Tenía una cita con Mario Domínguez Avila, militante de la liga, hoy
desaparecido. La policía ya lo esperaba. Un compañero torturado había
aventado esa cita. Ese día no iba armado, así que cuando lo rodearon no
pudo defenderse.
La policía buscaba a Moreno
Borbolla, a quien había identificado como uno de los miembros del Comité
Militar de la Brigada Roja de la Liga que habían participado en la emboscada
a un tren que iba de Cuautla a la ciudad de México el 14 de febrero de 1974,
donde murieron cuatro soldados.
Moreno Borbolla relata a
La Jornada: "Me trasladaron al Campo Militar número uno. Ahí Salomón
Tanús, jefe de la DIPD, dirigía y ejecutaba las torturas: me daban golpes en
todas partes, me aplicaban toques con picana en todo el cuerpo, me ataban a
una tabla y me sumergían al abrevadero hasta el punto de la asfixia.
Amenazaban con torturar a mi familia si no hablaba. En una ocasión me
colgaron de los brazos a una viga, después de un largo tiempo al agente no
le pareció suficiente, así que me dejó suspendido de un solo brazo durante
horas". A consecuencia de esos tormentos, Moreno perdió la mano izquierda.
En otro momento de los
interrogatorios -recuerda-, Miguel Nazar Haro ejercía el papel del policía "bueno",
profesional, inteligente y preparado, que usaba la tortura sicológica para
vencer las resistencias del detenido. "Aunque hay testimonios que implican
directamente a Nazar Haro en torturas físicas, como el de Bertha Alicia
López", precisa Moreno Borbolla.
Continúa su estremecedor
relato: "Nazar Haro siempre llegaba después de las sesiones de tortura para
continuar el interrogatorio y volvía a (hacer) las mismas preguntas para
delatar casas de seguridad, citas, y me presentaba fotos de compañeros para
identificarlos.
"Pasaron torturándome varios
días. Después me llevaron al cuartel de granaderos de Tlatelolco, donde vi a
varios compañeros detenidos. Después me llevaron a las oficinas del director
de Policía y Tránsito, Daniel Gutiérrez Santos, un tipo gordo y mal encarado
que me interrogó sobre una supuesta conspiración de la liga para matarlo. Yo
le dije que en realidad él ni nos interesaba, lo que ocasionó que me pusiera
una buena friega.
"Estuve en los separos de la
DGPT. Al otro día llegó Nazar Haro y me llevó a las oficinas del director.
Le interesaba saber cómo había quedado la liga después de las fracturas
internas. Entonces me presentó un organigrama de la liga y me hizo el
comentario de que lo había elaborado Ignacio Salas Obregón (hoy desaparecido),
en el mismo lugar donde yo estaba sentado mientras me interrogaba. Al ver
que tenía errores elementales, no le creí. En todo caso, fue elaborado por
ellos con información sacada mediante tortura.
"Al terminar el
interrogatorio, un grupo de soldados me regresó al Campo Militar número uno",
cuenta Moreno.
Sus días en las
instalaciones militares fueron interminables: "Ahí permanecí casi todo el
tiempo y me torturaban a diario. Como en la emboscada al tren murieron
cuatro soldados, los militares tenían especial saña conmigo. Cada cambio de
guardia me golpeaban, me insultaban y recordaban a sus compañeros muertos.
"La mayoría de los
interrogatorios y torturas en el campo militar corrían a cargo de la DFS y
del comandante Tanús, pero también los hacía Inteligencia Militar. A los
militares no les interesaban tanto las casas, citas y dirigentes, sino quién
nos entrenaba, de dónde adquiríamos las armas, dónde hacíamos las prácticas
de tiro", rememora.
El 16 de junio -supo después
la fecha- "llegó Miguel Nazar y me mostró fotos de los cuerpos de Adolfo
y de Alejandra, recién asesinados en Ciudad Universitaria. Luego me
llevó al Semefo a identificarlos. Pero como llevaba tantos días con la venda
puesta no veía bien. Tenía infectados los ojos, con pus, y apenas los
distinguí".
Al otro día fue trasladado
al cuartel de granaderos en Tlatelolco. "Ahí me sacaron las fotos que
aparecen en el expediente de la DGPTDF. Me colocaron en la misma celda que a
David Jiménez Fragoso, padre de los hermanos Jiménez Sarmiento y que hoy
está desaparecido. Después me tocó con Roberto Gallangos, también
desaparecido.
"La mayor parte del tiempo
que estuve desaparecido -continúa su relato-, me tuvieron aislado, casi no
tuve contacto con los otros compañeros detenidos en ese momento. Como había
sido miembro del comité militar de la liga y era el que había tenido mayor
responsabilidad de todos ellos, no querían que supiera lo que habían dicho
bajo tortura. Después de cada interrogatorio, cada uno comentaba lo que le
habían preguntado y lo que supuestamente habían dicho.
"Así que cuando me
interrogaban ya tenían nombres, fotografías y sabían en qué operativos
había participado. Hay cosas que nunca supe cómo se enteraron", recuerda.
Después de ser trasladado a
la PGR, José Luis Moreno fue consignado ante un juez en Lecumberri el 19 de
junio de 1975, junto con 13 compañeros más, acusados por los delitos de
invitación a la rebelión, conspiración, acopio de armas, almacenamiento y
fabricación de artefactos explosivos, homicidio y portación de armas de
fuego de uso exclusivo del Ejército.
Al hojear el expediente
policiaco, José Luis Moreno identifica a Mario Domínguez Avila y a David
Jiménez Fragoso; además recuerda a Roberto Gallangos Cruz (cuyo hermano
Francisco, también desaparecido, es el que se halla ahí registrado). "A los
tres los vi vivos, en distintos momentos compartí celda con ellos en el
cuartel de granaderos, donde tomaron esas fotos", dice con tristeza. Hoy
ellos, como cientos más, continúan desaparecidos.
Fuente: La Jornada